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NUDOS: TOPOLOGÍAS DE LA MEMORIA

El mundo ha devenido caos. La naturaleza que lo representa continúa siendo una imagen del mundo, pero accede a una unidad más elevada. El caos, cuando lo escenificamos en nuestra imaginación, cuando lo rescatamos de nuestra memoria anterior, representa una serie de formas muy diversas, desde su extensión superficial ramificada en todos los sentidos hasta sus concreciones en condensaciones o cúmulos (bulbos, tubérculos, marañas). Una aglomeración de líneas que pueden aparecer embrolladas entre sí o suspendidas entre diversos puntos en un espacio. Un enredo de líneas que no tienen cuerpo, color, textura ni ninguna otra cualidad tangible: su naturaleza es abstracta, conceptual, racional. Estas líneas no dejan de percibirse como un movimiento y un desarrollo. Un movimiento que en apariencia no se siente, no se sabe a dónde va, no se percibe a qué ley responde. Parece un movimiento que se guía por una especie de libertad de uniones e intersecciones, por una transformación invisible y continua.

Pero los cúmulos vegetales se organizan siguiendo un orden que obedece a leyes universales. Las marañas de ramificaciones no están olvidadas como partes de una ruina. Los rizomas no se extienden únicamente por una condición de supervivencia, de subsistir en un terreno. Los nudos que se derivan por estas acumulaciones de ramas no se instalan en una superficie de forma caótica. Toda esta vorágine vegetal corresponde a un orden universal, aunque su apariencia sea confusa y nos ocasione desconcierto.

La belleza de esta ordenación caótica de origen universal radica en su descubrimiento ubicado desde lo más minúsculo e interno de nosotros, hasta proporciones que son casi inaccesibles para nuestra imaginación. Por ejemplo, estas marañas vegetales podemos encontrarlas en los dibujos de las conexiones neuronales. Incluso en su propia descripción como bosques neuronales se acercan a la apariencia de lo vegetal. ¿O quizá el orden es inverso y denominamos y vemos aquello que reconocemos por encontrarse en nosotros mismos? Pero esta multitud de incontables líneas confeccionadas por conexiones de energía, nos las encontramos igualmente en lo más alejado de nuestra imaginación: en los movimientos de las galaxias unidas gravitacionalmente, que se desplazan generando líneas en nuestra imaginación visual. Órbitas que parecen en un principio desordenadas y aleatorias, pero que corresponden a un orden que obedece a algo más eminente. Filamentos galácticos que permanecen unidos por la gravedad de los cúmulos de las galaxias que se desplazan a través de fuerzas opuestas gravitatorias.

De lo individual llegamos a lo universal. Lo externo se encuentra en nosotros mismos. En nuestra memoria rebuscamos lo que ya estaba ahí desde antes y lo reconocemos. De los cúmulos de galaxias desplazándose por el universo, a esa red de finos hilos perfilados por las conexiones neuronales, pasando por las líneas que dibuja nuestra mirada cuando observa la realidad externa y así, una infinidad de descubrimientos que componen un todo.

En mis imágenes no hace falta perspectiva, no necesitamos la tridimensionalidad, no existe profundidad porque todo se mueve dentro de unos parámetros universales. Ya no es importante si estas imágenes pertenecen a un lugar determinado, a un país específico, a una geografía concreta. Estos nudos vienen de muchos lugares y del mismo. Por eso el encuadre encierra, no da más información innecesaria, se centra en el cúmulo de líneas, en su movimiento aparentemente estático. Ni siquiera hay un movimiento circular, un ir y venir, porque todo esta ya ahí de antes: en nuestro discernir, en nuestro sistema circulatorio, en nuestra mirada hacia la realidad externa, en la naturaleza a la que pertenecemos, en nuestra propia esencia. También, por ello, un fondo dorado sobre el que se dibujan esas líneas. Una base que representa un estado superior, atemporal, sagrado. Pero también la luz sobre la que se dibujan esos nudos de líneas aparentemente caóticas. La luz que ilumina nuestra mirada, el brillo de las estrellas que llega a nosotros. La luz como energía, la luz como origen de la propia naturaleza fotográfica.

Tomo consciencia de un giro en mi trayectoria. Hay un salto en la composición de mis imágenes, en su formalización, también en su materialidad, pero no en su fundamento ni en mi preocupación/ocupación. La conexión con la naturaleza como origen permanece. La reflexión sobre nuestra mirada se mantiene en la misma búsqueda. En realidad, ha habido una transición quizá menos visual pero sí vital. Quiero ser fiel a la oportunidad de experimentar, si no, ¿qué sentido tiene la libertad que nos proporciona el arte? Hasta ahora, en mi obra, de manera más o menos aparente, siempre ha habido experimentación, es el aprendizaje a través de un proceso. Lo objetual tiene muchas dimensiones y, a través de ello, he querido salir del campo de lo individual para establecer una conexión con lo universal. Mis propios nudos los he encontrado en pequeños y grandes universos. Cabe preguntarse si la realidad espiritual y razonable manifiestan a la vez la exigencia del misterio de una unidad todavía más comprensiva o de una totalidad más extensa.

KNOTS: TOPOLOGIES OF MEMORY

The world has turned into chaos. Nature, in its representation of the world, continues to express it at a visual level, but it reaches a more elevated realm. When chaos is visualised in our imagination, or retrieved from our earlier memory, it adopts a variety of forms, from surface ramifications spreading out in all directions to more localised accumulations or clusters (bulbs, tubers, thickets of plants). An agglomeration of lines, sometimes all tangled up in themselves, sometimes hanging from different points in space. A bodiless, colourless mess lacking texture and any other tangible property: something abstract, conceptual, rational. Such lines continue to be perceived as a moving, evolving presence, an apparently imperceptible form of movement that knows not where it is going, subject to some unidentifiable law. A movement that appears to be governed by a kind of freedom to merge and intersect, a need to undergo an invisible, continuous transformation.

But when plant clusters form, they do so in an ordered manner that fully adheres to universal laws. Tangles of roots, stems and branches are not forgotten elements, like parts of a structure in ruins. Rhizomes do not spread their tentacles only as a means of survival, to live on in a patch of soil. The knots these entanglements produce on surfaces don’t build up in a chaotic manner. Although it looks confusing and may be disconcerting, that whole plant turmoil corresponds to a universal order.

The beauty of this chaotic order based on universal laws lies in the fact that it can be found everywhere, from the most microscopic, innermost reaches of ourselves to scales almost beyond our imagination. Plant-like clusters can be seen, for example, in illustrations of neural connections. Even the term “neuron forest” underscores the similarity with the plant world. Or perhaps it’s the other way round, and we notice and name the things we see because we already have them inside us? But that myriad mass of lines created by energy connections can also be found in the domains furthest away from our imagination: in the movement of gravitationally connected galaxies and the lines they trace in our visual imagination. Orbits which at first sight seem random, disordered, but which actually correspond to an order governed by something grander. Galactic filaments held together by the gravity of masses of galaxies and propelled by opposing gravitational forces.

And so we move from the particular to the universal. What is outside is also deep within us. We search for what has always been there in our memory, and we recognise it. From clusters of galaxies moving through the universe to the subtle network of delicate synaptic threads or the lines drawn by our gaze as we contemplate outside reality: in short, an infinity of discoveries that make up a whole.

In my images there is no need for perspective, no need for three-dimensionalism, and no depth, because everything moves within universal parameters. It no longer matters whether the images correspond to a specific place, country or geographic region. These knots come from many places and from one place. Hence the framing which acts as an enclosure, offering no unnecessary information and focussing our attention on the mass of lines and their apparently static movement. There isn’t even any circular motion, any coming and going, because everything has been there all along: in our perception, in our circulatory system, in our visual exploration of external reality, in the Nature to which we belong, in our own being. That also explains the gold background the lines appear in front of. A backdrop representing a higher, timeless, sacred state. But also the light in which those knots of apparently chaotic lines are drawn. The light that illuminates our gaze, the visible glowing of the stars. Light as energy: light as the origin of photography’s very essence.

I am aware of a change of direction in my work. There has been a leap forward in the composition, formalisation and materiality of my images, but not in their core meaning or in my concern/intention. Connection with Nature as our origin is still there. The same reflection about how we observe things still pursues the same quest. In fact, a certain transition has taken place – perhaps not so much a visual transition but a life transition. I want to remain loyal to the benefits of experimentation. Otherwise, what would be the sense of the freedom art provides us with? So far, experimentation has always been present, more or less ostensibly, in my work. It is learning by following through a process. The objectual world has many dimensions, and through it I have wanted to break out of the individual sphere and establish a connection with universal reality. I have found my own knots in universes big and small. We might ask ourselves whether spiritual and rational reality also manifests the need for the mystery of an even more comprehensive unity or of a vaster, more all-encompassing whole.